La
Violencia ¿una
situación cotidiana estable o un emergente irreversible?
Por Florencia Graziadío*
Hace algún
tiempo que se ha tornado bastante dudosa la libre circulación de todos nosotros
en las calles de Buenos Aires y todo el conurbano bonaerense. La incertidumbre
de no saber que nos puede pasar cuando salimos a la calle, llega a
condicionarnos en horarios, caminos y lugares a recorrer para “evitar y/o
prevenir” algún momento indeseado, o lo que aún es peor, para evitar “un mal
mayor”.
En primer lugar,
debemos considerar que esa violencia
callejera no es más que un reflejo de la violencia que predomina hoy en toda la estructura social de
diferentes maneras. ¿Que quiere decir esto? Significa que el abandono y omisión
estatal en la atención de ciertas áreas que estuvieron desde siempre y hasta
los inicios de la década del 90, ya no existe. Esto desdibuja el modelo de
ciudadanía que se supo construir con valores como “la ética y el compromiso”; modelo que el propio Estado mercantilizó
y hoy “se es ciudadano según lo que se
paga por un bien básico”. Quienes puedan pagar por esos bienes básicos
(salud, educación, etc.) tendrán mejores oportunidades de inclusión; pero
quienes menos tengan, deberán aceptar “las
migajas” estatales en materia de asistencia, y si no les gusta, quizás
sientan tal frustración que los
empuje a distintas adicciones y quizás, hasta en una situación límite, opten
por delinquir.
Esta situación
no puede más que generar una violencia
visceral que se traduce de diferentes formas dentro de nuestra sociedad. La
violencia en la escuela, en las calles, en los boliches, la violencia
doméstica…
¿Cómo revertir esto?
Las políticas paliativas desde el Estado solo tapan agujeros que lejos de
cerrarse cada vez se agrandan más. Es necesario refundar un modelo de ciudadanía que garantice el acceso a elementos
básicos como la salud, la educación y la alimentación desde un umbral digno y
respetable, lejos de la exclusión, la humillación y el clientelismo
político. Para ello todos debemos
comprometernos desde nuestra acción individual, siendo solidarios con
quienes más nos necesitan. Si esto es posible entonces la palabra exclusión podrá ser excluida de nuestro vocabulario.
*Licenciada y Profesora en Sociología,
Universidad de Buenos Aires.
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