sábado, 29 de marzo de 2014

VIOLENCIA



La Violencia ¿una situación cotidiana estable o un emergente irreversible?  

Por Florencia Graziadío*

Hace algún tiempo que se ha tornado bastante dudosa la libre circulación de todos nosotros en las calles de Buenos Aires y todo el conurbano bonaerense. La incertidumbre de no saber que nos puede pasar cuando salimos a la calle, llega a condicionarnos en horarios, caminos y lugares a recorrer para “evitar y/o prevenir” algún momento indeseado, o lo que aún es peor, para evitar “un mal mayor”.
En primer lugar, debemos considerar que esa violencia callejera no es más que un reflejo de la violencia que predomina hoy en toda la estructura social de diferentes maneras. ¿Que quiere decir esto? Significa que el abandono y omisión estatal en la atención de ciertas áreas que estuvieron desde siempre y hasta los inicios de la década del 90, ya no existe. Esto desdibuja el modelo de ciudadanía que se supo construir con valores como “la ética y el compromiso”; modelo que el propio Estado mercantilizó y hoy “se es ciudadano según lo que se paga por un bien básico”. Quienes puedan pagar por esos bienes básicos (salud, educación, etc.) tendrán mejores oportunidades de inclusión; pero quienes menos tengan, deberán aceptar “las migajas” estatales en materia de asistencia, y si no les gusta, quizás sientan tal frustración que los empuje a distintas adicciones y quizás, hasta en una situación límite, opten por delinquir.  
Esta situación no puede más que generar una violencia visceral que se traduce de diferentes formas dentro de nuestra sociedad. La violencia en la escuela, en las calles, en los boliches, la violencia doméstica…    
¿Cómo revertir esto? Las políticas paliativas desde el Estado solo tapan agujeros que lejos de cerrarse cada vez se agrandan más. Es necesario refundar un modelo de ciudadanía que garantice el acceso a elementos básicos como la salud, la educación y la alimentación desde un umbral digno y respetable, lejos de la exclusión, la humillación y el clientelismo político. Para ello todos debemos comprometernos desde nuestra acción individual, siendo solidarios con quienes más nos necesitan. Si esto es posible entonces la palabra exclusión podrá ser excluida de nuestro vocabulario.

*Licenciada y Profesora en Sociología, Universidad de Buenos Aires.

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